viernes, 20 de junio de 2014

La joven romántica

En el tránsito de la niñez a la adolescencia se producía entre las jovencitas un cambio de gustos e intereses. Confinadas a los salones de sus casas, con una vida social limitada a lo que sus madres decidieran, las jóvenes románticas de la época victoriana se pasaban la vida anhelando situaciones a las que no podían llegar y cosas cuya posesión les estaba vedada. Así, buscaban una libertad ficticia en los libros y en sus sueños más íntimos.

En las primeras décadas del siglo XIX tomó cuerpo un prototipo femenino que se difundió con enorme éxito, sobre todo entre la clase burguesa: la figura de la adolescente definida como "mirlo blanco". Siempre vestida de colores puros, candorosa y virginal, este tipo de jovencita constituía la tranquilizadora imagen de la futura madre y esposa modelo que tanto amaban los hombres victorianos.

La educación de las jóvenes de la época se regía por un increíble número de prohibiciones, la mayor de las cuales era la de expresar sus sentimientos y deseos; por tanto, las chicas se refugiaban en la soledad o en la compañía de sus más íntimas amigas y se dedicaban a soñar. De hecho, las conductas amorosas de la época victoriana estaban fuertemente influidas por las doctrinas literarias del amor cortés y, hacia finales del siglo XIX, por las corrientes románticas, impregnadas de melancolía y ensoñaciones.

La costumbre de los matrimonios de conveniencia generaba en las muchachas un inmenso deseo de experimentar un sentimiento amoroso franco y espontáneo. Las mujeres solían llevar un diario íntimo, según era costumbre, y producían una correspondencia extraordinariamente abundante; en estas páginas anónimas se registran las frustraciones provocadas por estos deseos y el brusco contraste con una realidad prosaica, la de sus relaciones familiares y matrimoniales. En las cartas se habla con total sinceridad de amores y deseos, y también de lecturas y de recetas de cocina, herencias y problemas familiares.

Así se definió un prototipo de joven victoriana débil, delicada y casi anémica, muy próxima a las cualidades incorpóreas de los seres angélicos. Sin embargo, tras esta máscara existía un mundo de problemas: enfermedades nerviosas, trastornos psicológicos, anemias, etc., que anunciaban una urgente necesidad de cambios en las estrategias educativas femeninas.

LIBROS PROHIBIDOS
La educación femenina de la época victoriana, decididamente orientada hacia actividades de interior, fomentó en las muchachas el gusto por las lecturas de todo tipo y muy en especial las novelas amorosas, que hacían referencia al mundo de los sentimientos. Este tema, lo que las chicas debían sentir, era algo que la sociedad victoriana pretendía tener férreamente controlado, pues en aquella época no se permitía la libre expresión de la personalidad. Las autoridades religiosas, los padres y los educadores, por lo tanto, mantenían bajo siete llaves, tras los visillos de la biblioteca familiar, innumerables libros, sobre todo los que pudieran informar a las chicas en materia sexual. Sin embargo, ellas disponían de sus propios recursos y una de las diversiones de las muchachas y sus amigas era precisamente violentar los deseos y las previsiones de los padres en lo que se refería a las lecturas. 

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LA ESTRATEGIA DE LA BELLEZA
La otra cara de la espiritualidad de la que las jóvenes románticas de la época hacían gala era una búsqueda incesante de una apariencia exterior acorde con la idea que cada muchacha tenía de sí misma. Las chicas victorianas adoraban aparentar y basaban muchas de sus estrategias de conquista en la elección de sus atuendos. La posesión de objetos bellos constituía una de las principales actividades de las chicas, pues rodearse de cosas superfluas significaba también anunciar la posición social, otra de las bazas importantes ante un posible matrimonio. Los padres aceptaban muchos gastos para alimentar el ego de sus hijas y sus posibilidades sociales, pero a veces no les podían hacer frente y se veían obligados a endeudarse, a la espera de que un buen matrimonio de la muchacha les permitiera resarcirse de sus deudas.

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CUESTIÓN DE INDUMENTARIA
  • TIRABUZONES: era el peinado juvenil por excelencia. Se llevaban sueltos sobre los hombros, recogidos en cascada en la parte posterior de la cabeza o a ambos lados de la cara cuando las chicas se tocaban con una capota.
  • EL ABANICO: elemento fundamental del lenguaje amoroso, toda joven poseía una verdadera colección de abanicos a juego con sus trajes para coquetear con los galanes en teatros, paseos y bailes.
  • LOS ADORNOS FLORALES: la moda romántica de finales del siglo XIX requería el empleo de adornos florales, realizados a mano con cintas de satén y seda. Las flores, además de los encajes, eran los elementos más apropiados para los trajes de las jovencitas.

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