Una de las obligaciones que traía consigo la pertenencia a las clases acomodadas de la sociedad victoriana era el ejercicio de la caridad por parte de las damas. En el siglo XIX las necesidades eran muchas; la población se había ido concentrando en los suburbios de las ciudades en busca de trabajo, y la miseria era común. Así, muchas señoras aristocráticas y burguesas fomentaron la creación de sociedades benéficas y se implicaron en la asistencia social y lo mismo sucedió con las mujeres de clase media y las jóvenes. Esta situación hizo que muchas chicas que necesitaban trabajar vieran en la profesión de enfermera una oportunidad de ganarse la vida y a la vez de asistir a los desfavorecidos, ya que la sociedad parecía asociar este trabajo con lo que en la época se consideraba la vocación natural de la mujer.
Las continuas guerras fueron la escuela en la que realizaron su aprendizaje las enfermeras de hospital de la época victoriana. En 1854, con ocasión de la guerra de Crimea, fue precisamente una dama perteneciente a una aristocrática familia, llamada Florence Nightingale, quien organizó por primera vez el servicio de enfermería con criterios profesionales. Florence había renunciado al matrimonio y a la vida social de las mujeres de su época para volcarse en el servicio a los demás. Al estallar la guerra, se dio cuenta de que la mortalidad de los heridos en los hospitales de campaña era elevadísima, pues las instalaciones eran sumamente precarias y carentes de medios y de personal debidamente preparado. Al terminar la guerra, Florence se convirtió en firme defensora de los derechos de la mujer y fundó en Liverpool la primera escuela de enfermería de Gran Bretaña.
Otro ámbito en el que las jóvenes podían ejercer esta vocación eran los hospicios, adonde iban a parar los más desvalidos de la sociedad. En los orfelinatos se hacinaban niños abandonados por sus padres o huérfanos; pero había instituciones que acogían madres solteras, vagabundos, ancianos, viudas sin recursos, etc.
UN CARTEL PARA LA HISTORIA
En el anuncio de loción desinfectante Jeyes aparecía una enfermera con uno de los atuendos clásicos de estas profesionales en Gran Bretaña. El uniforme era azul e iba protegido por un delantal inmaculadamente blanco, al igual que los manguitos que protegían las mangas recogidas. Llevaba en el brazo izquierdo el brazal con la Cruz Roja que las identificaba y aparecía en el acto de desinfectarse las manos. Sin embargo, a pesar de que constituye un buen testimonio del equipamiento por definición, el verdadero valor del cartel reside en el hecho de que refleja uno de los grandes momentos de la historia de la medicina, pues fue el médico inglés Joseph Lister quien, en 1867, promulgó la necesidad no sólo de desinfectar las heridas en el momento de curarlas sino también las propias manos del profesional sanitario y los instrumentos que entraban en contacto con el paciente. En una época en la que la infección era algo habitual y el descubrimiento de los antibióticos quedaba muy lejos, Lister consiguió reducirla drásticamente, con lo que descendió la mortalidad en los heridos y en las intervenciones quirúrgicas. Hubo otro campo en el que la asepsia contribuyó: el posparto de las mujeres. En aquel tiempo, casi el 40% de las parturientas morían de fiebre puerperal o de las complicaciones infecciosas que la falta de higiene provocaba en los días posteriores al nacimiento de un niño.
La escena se desarrolla en un hospital de guerra inglés; en el centro, entre los enfermos y heridos, aparece Florence Nightingale, la "dama de la lámpara", como la llamaban los internos, pues tenía la costumbre de pasear por las salas del hospital con una luz en la mano.
CUESTIÓN DE INDUMENTARIA
- LA COFIA: para una enfermera, llevar el pelo tapado era fundamental por cuestiones de higiene y de decoro personal. Las cofias se inspiraban en las tradicionales prendas de esta clase que llevaban las niñeras.
- EL EMBLEMA: desde que se fundó la organización, la Cruz Roja se convirtió en el símbolo que identificaba al personaje sanitario en todo el mundo occidental.
- EL UNIFORME: las enfermeras solían ir uniformadas, aunque no siempre de blanco; en invierno, por el contrario, llevaban uniformes de calle de paño de lana azul marino o castaño. Pero el blanco era el color que simbolizaba la limpieza, por lo que pasó a ser, y todavía es, el color universalmente utilizado para los uniformes de las enfermeras de hospital.
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