viernes, 20 de junio de 2014

El joven soltero

No hay duda de que el personaje privilegiado de las no menos privilegiadas clases altas victorianas era el joven soltero. Antes de meterse de lleno en las obligaciones a las que su clase lo llamaba, mientras era estudiante, se pasaba la vida entre el placer y la diversión sin mayores ocupaciones. En general, los padres consideraban que era bueno que "viviera su vida", pues eso contribuía a su madurez. Los jóvenes solteros se dedicaban al deporte, acudían al club, un verdadero recinto sagrado y por las noches frecuentaban los teatros y las casas de placer en busca de emociones fuertes.

Un chico de buena familia dejaba atrás la infancia cuando terminaba sus estudios, primero con su preceptor y, hacia finales de siglo, en su colegio de enseñanza primaria, para luego pasar a colegios como Eton y más tarde, a las universidades: era imprescindible que las famosas instituciones inglesas, Oxford y Cabridge en especial, figurasen en el currículo de un joven si tenía alguna pretensión dirigida hacia la vida pública de la sociedad victoriana.

En la formación de un caballero, sin embargo, contaban muchos factores y no sólo el relativo a su nivel académico. Ante todo, se educaba para cumplir su papel en la sociedad; debía dominar todo un protocolo de relación con sus mayores y, especialmente, con las jóvenes de buena familia, entre las que encontraría a su futura esposa. El trato con las chicas estaba presidido por la represión, pues la dejación de las convenciones podía traer el deshonor a la familia de la joven y abocar a la pareja a un matrimonio forzado.

Mientras los chicos estudiaban, los padres les pasaban una asignación que les permitía llevar una vida conforme a su rango. La diversión y el placer quedaban implícitos en la vida de un universitario de la época. El deporte formaba parte de su educación; en Oxford y en Cambridge se practicaba por igual. Predominaban por aquel entonces el remo, con las famosas regatas sobre el Támesis, el boxeo, inventado en Gran Bretaña a principios del siglo XVIII y que ya desde entonces contaba con grandes adeptos entre los jóvenes y el polo, deporte de origen indio que los ingleses habían adoptado como propio en su estancia como potencia ocupante del gran país asiático. Así pues, el deporte favorecía también el tipo de sociedades específicamente masculinas tan características de la época.

Las actividades deportivas de los jóvenes revolucionaron la moda masculina. Comenzaron a llevarse las chaquetas cortas en lugar de las largas levitas y, para los pantalones y los abrigos, se eligieron aquellos tejidos de muestra en los que los fabricantes ingleses eran maestros: tweed, rayadillos, cuadros de todo tipo, cheviot, etc. No obstante, seguían las tradiciones en los atuendos de gala, como chaqués de ceremonia, esmóquines para la noche y sombreros de copa. Hacia finales del siglo XIX, el aspecto físico y el cuidado personal se habían convertido en elementos fundamentales de la vida masculina.

VIDA GALANTE
Los jóvenes solteros y ricos de la época victoriana (en lo que seguían el ejemplo de sus padres) solían llevar una doble vida: una de seriedad y decoro destinada a cubrir las apariencias y otra más privada en la que se relacionaban con prostitutas y actrices o, como se decía entonces, con "demi-mondaines". Estas señoritas en nada recordaban al ideal victoriano de mujer: eran atrevidas y divertidas y vestían con trajes alegres y colores chillones, mientras que su conducta era lo más alejada posible de las convenciones sociales del momento. Las madres victorianas consideraban que estaba bien que un joven "corriera mundo" antes de dedicarse de lleno, con el matrimonio, a su papel de miembro rector de la sociedad.

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INTERIORES MASCULINOS
La estética victoriana asociaba sobriedad con virilidad; así pues, en la decoración de los espacios privados, así como en la moda, esta exigencia predominaba e influía en la elección de los revestimientos murales, los muebles, las tapicerías y los cuadros. Las salas de billar, las bibliotecas, los gabinetes y los dormitorios se revestían de elementos que escapaban a toda ostentación; pero además estos espacios funcionaban como propios y privados de los hombres, tanto en sus viviendas como en la institución británica por excelencia: el club. En las salas de billar privadas se reunían grupos de amigos para pasar la velada lejos de la presencia femenina, pues así podían dejar de lado una etiqueta a la que ellas los obligaban. También se sentían libres de conversar sin cuidar su lenguaje o el tema de sus conversaciones. Fuera de su casa, los hombres se reunían en clubes en los que las mujeres no tenían entrada; la mayor parte de estas instituciones se regían por normas específicas, que hacían que los socios de cada club fuesen gente muy afín en cuanto a costumbres y objetivos.

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CUESTIÓN DE INDUMENTARIA
  • CUELLOS BAJOS: la moda juvenil de finales de siglo rebajó la incomodísima altura del cuello de la camisa de la década de 1890; las pajaritas comenzaron a venderse ya confeccionadas y se llevaban a tono con la chaqueta.
  • EL CINTURÓN: los jóvenes que vestían de sport prescindían del chaleco, con lo que los cinturones de piel comenzaron a adquirir protagonismo. A ello contribuyó la moda de las chaquetas cortas y con una sola fila de botones.
  • TEJIDOS INGLESES: la juventud inglesa  de finales del XIX fue la responsable de la difusión de los tejidos sport, tan característicos de la producción local como las patas de gallo, los tweed y los cheviot. Los pantalones se llevaban rectos y caídos sobre el calzado y no estrechos como los de la generación anterior.

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