domingo, 13 de abril de 2014

La sufragista

A partir de mediados del siglo XIX, las mujeres tomaron las calles y los espacios públicos de las ciudades europeas, hasta entonces espacios exclusivamente masculinos, a fin de dar a conocer sus reivindicaciones. Al principio se trataba de temas menores como el derecho a vestirse como los hombres; pero pronto aparecieron las corrientes de opinión ligadas a la petición de libertades públicas para la mujer, en especial el derecho al voto. Así cristalizaron los movimientos feministas por el sufragio en Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos.


El movimiento feminista nació de la incorporación de miles de mujeres al mundo de las fábricas en la época de la Revolución Industrial, que provocó una gran ruptura en el seno de las familias. En efecto, la mujer obrera no sólo atendía a su casa y a su esposo e hijos, sino que se veía obligada en razón de la pobreza reinante a trabajar más de catorce horas diarias en las fábricas por un salario mucho menor que el de los hombres. De ahí surgió la necesidad de una lucha de carácter social en la que se planteara una contestación al predominio de los valores masculinos. Asimismo, de la declaración de Derechos Humanos que se habiá puesto a punto a finales del siglo XVIII, durante la Revolución Francesa se extrajo la necesidad de luchar por la igualdad social, política y jurídica entre hombres y mujeres.

En aquellos tiempos, la mujer se hallaba indefensa ante la ley, incluso la mujer casada a la que se consideraba menor de edad. No sólo le estaba prohibido votar, sino que su marido tenía pleno derecho sobre la administración y disfrute de sus propiedades y la patria potestad exclusiva de sus hijos. Los primeros movimientos socialistas, denominados utópicos, que surgieron en gran Bretaña y Francia, denunciaron el sometimiento de la mujer y abogaron por la igualdad civil. En América, muchas asociaciones religiosas acogieron favorablemente el movimiento feminista pero en Europa, la escuela para la lucha de las mujeres fue la fábrica en la que trabajaban.

A mediados del siglo XIX, a estas reivindicaciones se añadió la del derecho a estudiar y a recibir educación universitaria, pues la calificación profesional se veía como instrumento de liberación mediante la promoción social y la independencia económica de la mujer. Las mujeres sufragistas tomaban las calles en desfiles organizados portando estandartes y bandas reivindicativas con el objeto de dar a conocer sus peticiones. En estas pancartas aparecían los nombres de grandes feministas como Florence Nightingale, Charlotte Brönte, Mary Wollstonecraft... Pero a finales del siglo el eje de la lucha femenina se centró en el derecho al voto, al que se oponían ferozmente estamentos y colectivos como los médicos, los profesores universitarios o los sindicatos. En América, sin embargo, las mujeres pudieron votar en 1920 y ocho años después lo hacían en Gran Bretaña.


CUESTIÓN DE INDUMENTARIA

  • EL CORPIÑO ALTO: el traje de la sufragista era sobrio y poco femenino. Las blusas eran de cuello alto y las chaquetas ceñidas para favorecer la libertad de movimientos.


  • LA FALDA ESTRECHA: la moda de finales del siglo XIX redujo drásticamente el volumen de las faldas de las damas, lo que particularmente encajaba con las sufragistas, que adoptaron ese cómodo corte. También los chaquetones se confeccionaban ya con menor vuelo.


  • EL SOMBRERITO: las damas sufragistas consideraban incómodas las grandes pamelas, pero acudían a las manifestaciones con pequeños sombreros adornados con velos y plumas o d estilo canotier, como los de los hombres.

  • LA ROPA DEPORTIVA: el vestido femenino cambió radicalmente a finales del siglo XIX, cuando se desencadenó una verdadera fiebre por los deportes como el ciclismo, el tenis o la vela. Lo mismo sucedió con la ropa para automovilistas; el polvo de las carreteras sin asfaltar y el humo de los tubos de escape obligaron a las mujeres a protegerse el cuerpo con largos guardapolvos y el rostro y los cabellos, con sombreros y velos. El abrigo modelo "loden" se puso de moda para deportes de montaña al ser impermeable, suave y ligero, y el modelo cómodo, con un canesú y pliegues por la espalda.
  • LOS ZAPATOS CON CORDONES: las mujeres progresistas optaban siempre por un modo de vestir cómodo, no sólo en lo referente a los trajes y complementos, sino también al calzado de calle. Según la época del año, optaban por zapatos o botines con cordones, que sujetaban bien el pie y eran mucho más cómodos de calzar que los que se abrochaban con corchetes o botones. Hasta 1880, los zapatos izquierdo y derecho eran iguales. Los modelos Oxford, Derby y Richelieu eran zapatos masculinos bajos y con cordones, que a partir de principios del siglo XX utilizaron también las mujeres.

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