En las grandes casas victorianas, el ama de llaves ostentaba el máximo rango en el conjunto del servicio doméstico. Ocupaba el lugar de la señora de la casa, dirigía a los criados y gobernaba la vida doméstica de la familia. Era una profesional importante, ya que podía llegar a dirigir hasta doscientos sirvientes. El ama de llaves, al igual que el mayordomo, disfrutaba de ciertos privilegios, como un dormitorio y una sala de estar propios, que se amueblaban con piezas de buena calidad que los señores dejaban fuera de uso.
El ama de llaves fue una figura imprescindible para el buen funcionamiento de las grandes casas victorianas. No era fácil alcanzar esta posición: las jóvenes pasaban por años de aprendizaje en un servicio enormemente jerarquizado, que comenzaba cuando la jovencita entraba a servir como tercera doncella. Pero para medrar en este duro escalafón no le bastaba con limpiar bien o quitar el polvo a conciencia; debía cultivar sus modales, leer y tener convicciones morales al menos tan firmes como las de sus amos. La fidelidad debía ser, por lo demás, una de sus mayores virtudes. Así pues, el ama de llaves, como el mayordomo, era como un trasunto de sus señores, de los que imitaba la escala de valores y el comportamiento en la vida.
La primera tarea del ama de llaves al comenzar el día era someter a su señora el desarrollo del trabajo de la jornada; si se esperaban invitados, el asunto podía revestir gran importancia, y entonces ambas se reunían con la cocinera. El ama de llaves controlaba a los servidores de la casa y proponía a los nuevos, a los que vigilaba con gran cuidado cuando entraban a su servicio. Nada se hacía sin que ella lo supervisara; por ejemplo, cuando había que hacer las camas, el ama de llaves abría los armarios y entregaba a las doncellas estrictamente lo que necesitaban: ni una almohada más, ni una toalla menos. Sólo ella podía abrir los armarios y las alacenas o decidir la puesta en marcha de la limpieza de primavera, cuando los pesados cortinajes se descolgaban para limpiarse y las camas se vestían de algodón tras guardarse los espesos edredones de plumón.
En las estancias dedicadas exclusivamente al servicio doméstico, los numerosos sirvientes contaban con un espacio de reposo y ocio. Tal espacio solía situarse junto a las cocinas, en la planta baja y posterior de la casa o bien en las buhardillas, zona donde era habitual que se encontrasen los dormitorios del servicio. Allí, el ama de llaves y el mayordomo se reunían con los sirvientes más jóvenes, a los que se dirigían y prestaban consejo como si de sus padres se tratara.
CUESTIÓN DE INDUMENTARIA
- CUELLOS Y PUÑOS DE ENCAJE: estos complementos animaban la severidad del vestido del ama de llaves. Se prolongaban en una vistosa pechera en la que brillaba un broche circular y una cadena enjoyada.
- EL CINTURÓN: de tela o de cuero, el cinturón servía para colgar la châtelaine de la que colgaban los manojos de llaves, así como la bolsa de las limosnas y el pañuelo.
- EL VESTIDO: el traje del ama de llaves era cómodo y práctico; se abría de arriba abajo por la espalda, siendo de lana en invierno y de algodón en verano pero siempre negro. Su origen es el deshabillé o robe de chambre francés y se adornaba con encajes y bordados. Las cofias y las manteletas blancas se hicieron habituales a partir de 1870.
- LOS ADORNOS DEL VESTIDO: los vestidos del ama de llaves eran sobrios y un tanto severos, por lo que solían adornarlos con cuellos de encaje, esclavinas y canesús. El canesú era una prenda suelta, una especie de capita corta o cuello de encaje grande con caídas que se confeccionaba con géneros transparentes, que las mujeres acostumbraban a llevar para cubrir sus escotes. Era frecuente que fuera lo bastante grande como para cruzarse por delante y anudarse en la parte trasera de la cintura.
- LA COFIA: la palabra cofia aludía a una gran variedad de gorras y tocados para recoger el cabello. Podía ser un gorro de lino o de hilo de Holanda que se adornaba con entredoses, encajes y pasacintas y que se anudaba bajo la barbilla con unas cintas de seda. Otro tipo de cofia era la papalina, que tenía caídas laterales sueltas y que llevaban en el siglo XIX las señoras incluso para recibir visitas en su casa.
- LA CHÂTELAINE: era una cadena o anilla de metal que las amas de llaves llevaban prendida del cinturón y de la que pendían las llaves de las distintas dependencias de la casa, de las que estas mujeres eran las máximas responsables. Había châtelaines muy sencillas; pero las que las amas de llaves de las grandes casas llevaban eran auténticas joyas: oro con medallones de esmalte y reloj, oro con camafeos, plata labrada...
Hola me pareció buena esta información, me gustaría saber de donde sacaste la información la razón es porque estoy elaborando un trabajo que estoy haciendo, me gustaría que me ayudaras en eso, gracias^^
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